Nunca respiras el mismo aire dos veces;
el agua del río que te tocó
seguramente no te vuelva a tocar...
quien siempre recorre el mismo camino
anda en círculos y no avanza,
quien pierde tiempo dando la vuelta
reduce lo lejos que llegará
antes del final.
Vino el pasado a mi casa un día
sin avisar y sin que se le esperara,
elegantemente,
sin hacer ruido, aunque causándole,
y cuando estuvo en mi puerta,
timbró.
Sonó un eco,
su sonido por definición,
y yo, sabiendo quien era,
fui a abrir aludiendo a que nada había entre nosotros,
que no había motivos para no hacerlo.
Se veía hermoso.
Antes de que abriera mi boca para hablar
me abrazó y rodeo mi corazón inválido,
el corazón que el mismo había dejado inútil,
y le dibujó alas donde alguna vez las quiso,
y le dio cuerda para que latiera,
sangre que bombear,
y calor para vivir.
Acabó conmigo.
Yo ya no sabía quien era,
que había sido ni que sería,
porque allí estaba yo:
abrazado a lo que se suponía pasado,
con un corazón que ya había elegido futuro,
un futuro que con este presente no le correspondía.
Vino, sin embargo, otro día
el pasado a golpear la puerta
del lugar en el que acostumbro morar
cuando yo no estaba en casa
o no pudiendo yo abrir,
y nada pasó.
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