No toda la gente que pasa se da cuenta,
pero ella pausa el tiempo entre sus manos.
Toca en una calle transitada
y quien para a escucharla no llega tarde,
sea lo tarde que le sea.
El tirar de sus dedos en las cuerdas,
el melancólico y envolvente sonar:
rostros que se desestresan,
sonrisas que nacen,
jovenes que aprenden a sentarse
y a escuchar.
Tararea la mujer que toca el arpa
en la escala de los sueños,
sonando a magia,
tal y como debe sonar
el país de nunca jamás.
Aveces un instante se cuela en cada segundo de toda una vida.
Boniiiito!
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