No recordaba la cama con tanto espacio,
ni despertar con regusto a despertar
y no a otras cosas.
El camino a la cocina sin prisas ni abrazos ni besos
se me hace desconocido,
y del desayuno ya ni te cuento.
Tu toalla sigue colgada en la puerta
y siento un poco de empatía:
La bañera es muy grande para mi,
el frío ocupa tu lugar en la ducha
y en la espalda tengo un hueco
que no doy secado solo. No me gusta.
Ya en mi habitación,
me visto sin miedo a que sea en vano y descubro
que no sé vestirme a la primera.
Salgo por la puerta y ya es tarde.
Contigo tardaba más, es cierto:
pero llegaba antes.
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